ESTA ES LA HISTORIA DE UNA EDITORA

En un país muy muy lejano (o sea, en Croacia) y en las tierras más áridas del mismo, vivía una niña entre zíngaros. Le gustaba mucho que su casa tuviera ruedas. Nunca la había visto moverse, pero saber que podía ya era suficiente. Había sólo una cosa que valoraba mucho más que eso: las historias que le contaba su abuela.
En las noches de verano, los zíngaros se reunían alrededor de la hoguera para escuchar embelesados las historias de la anciana (que clamaba ser familiar del propio Tolkien). La niña (que rondaría ya los veinte años) no sabía leer, pero podía recitar de memoria cada palabra que conformaba la historia de los hobbits. Un día, le pidió a su abuela que la transcribiera, pero como murió al día siguiente, la niña tuvo que aprender a escribir y cuando lo hizo no paró ni un segundo. No durmió: milagrosamente sus necesidades fisiológicas quedaron congeladas; tampoco comió (algo que ayudó a reducir su obesidad, y que luego bautizó como la dieta de los anillos). Nadie sabe con exactitud el tiempo que le llevó acabar la obra, pero cuando escribió la palabra "fin", la niña se había convertido en una persona completamente nueva (y un poco loca también). Dicen que en ese momento decidió publicar esa obra (y que le dolió mucho averiguar que era un maldito plagio). Pasó unos cuantos meses de duelo por ese motivo hasta que se le ocurrió publicar la dieta de los anillos, cuyas ventas superaron con creces a la Dukan.
De repente un día su abuela le habló en sueños y le dijo que si quería escuchar más historias como la suya (que además es mía original, añadió) debía hacerse editora. Es una profesión muy digna, le dijo, y muy sacrificada también, pero ella había dejado de comer durante cientos de días ¿quién podía acusarla de que le faltara fuerza de voluntad? Así fue como la niña (que ya tenía 28 años) decidió hacerse editora.
Dejó su vida zíngara atrás, y viajó hasta Barcelona. ¿Por qué allí y no a Madrid, Londres, Frankfurt o Bologna? Porque alguien le había dicho que allí encontraría la piedra filosofal (más tarde descubrió que esa persona estaba tan loca como ella) y aunque no encontró ninguna piedra filosofal en Barcelona, sí que, desde allí, reunió unas cuantas joyas literarias que con mucha voluntad se decidió a publicar. No sin ayuda, claro, pues como no era sabia de la profesión, se unió al equipo del Basilisco, la Reina Élfica, la Comendadora de las Llanuras, la Princesa de Fantasía, la Ministra de Magia y el Maestro Jedi. Juntos formaban la Orden del Fénix. Editores con mucho que dar y (con suerte) otro tanto que recibir.
Y hasta aquí, la historia de cómo una niña zíngara se hizo editora.
Ah, un apunte. Creyeron que la Orden del Fénix sonaba muy freak o muy HarryPotteresca, y por miedo a que se enfadara J.K Rowling decidieron cambiarlo por Oz Editorial a sabiendas que a Lyman Frank Baum no le importaría.
Los personajes y situaciones descritas en esta entrada son ficticios. Cualquier similitud a personas reales, vivas o muertas, es mera coincidencia y no es intencionado por parte la autora.